Estamos oyendo, con alivio, la necesidad de una nueva evangelización.
Pero ésta no será nueva si no repensamos los arcaicos enunciados de nuestra Fe y no renovamos, actualizando, la anquilosada estructura de nuestra Iglesia, en el espíritu de sus orígenes.
En el imaginario de las religiones, Dios es un ser que se halla habitando un espacio diferenciado, sagrado, "separado" e inalcanzable al Hombre.
Pero... Dios no es un ser lejano y..., menos aún, ajeno al Hombre, sino que permanentemente se le hace presente a su inteligencia.
Otra cosa es cómo la inteligencia humana percibe, experimenta, interpreta y es capaz de expresar su percepción (que no conocimiento) acerca de Dios y de la divinidad.
Esa percepción, experiencia y expresión acerca de Dios por el Hombre es el ámbito de la religión.
LA RELIGIÓN proporciona el adecuado espacio sagrado en el ámbito humano donde se establezca la corriente de comunicación con el espacio sagrado del ámbito divino.
El Sacerdote es la persona que, consagrada a la Divinidad, sirve de enlace, poniendo en conexión los dos espacios sagrados: el divino y el humano.
EL CRISTIANISMO, en sus orígenes, no es una nueva religión.
No es una nueva religión en la que el Hombre conciba un nuevo Dios, el cristiano, con un nuevo culto servido por sacerdotes.