martes, 9 de abril de 2013

El Dios LAICO de Jesús

La Humanidad ha concebido a los Dioses, en su Magnificencia, habitando Espacios Sagrados.

Estos espacios divinos son lugares simbólicamente elevados: los Cielos; Montes que dominan, en la llanura, la vida de los Humanos: el Monte Ida de los troyanos; el Olimpo de los griegos; el Moria de los samaritanos...
También el Hombre construye a sus Divinidades Templos en altozanos: Espacios Sagrados a donde eleva su vista... o asciende él mismo..., penitencialmente, implorando su amparo.
En nuestras aldeas la iglesia y el cementerio están, por eso, construidos en lo más alto.

Los Dioses son concebidos como seres misteriosos..., terribles..., que habitan o pueblan  espacios distintos y diferenciados a los de los seres humanos: Espacios Sagrados.
Hay, por tanto, dos ámbitos:
Uno divino, mistérico, que produce temeroso respeto en los seres humanos, sagrado, es decir "separado" de...
Otro, profano donde la Humanidad se debate en su vida contra las fuerzas de la Naturaleza, su propio Mal, y la Muerte.
Entre estos dos mundos hay una doble relación:
Una, ascendente de súplica, sumisión y dependencia de los seres humanos hacia los Dioses;
Otra, descendente mediante la intervención, muchas veces caprichosa, de los Dioses, en el mundo humano.
Esta relación vino a ser expresada, en un principio, a través de la Literatura Clásica mediante los Mitos. Mitos que, con el tiempo, fundaron y fundamentaron las distintas religiones del Mundo.
El Hombre pone físicamente en comunicación estos dos mundos, "sagrado celeste" y "profano terrestre", plantando en tierra, verticalmente hacia el cielo, menhires, totems, árboles (un resto ancestral conservamos en el "Árbol de Navidad"), templos con altas torres...

En la Historia de las Religiones, ¡¡¡Surge un Pueblo!!!, el Pueblo Hebreo,  cuyo Dios habita un ámbito, divino pero, no diferenciado del ámbito humano.
El espacio sagrado, habitado por este Dios de los hebreos, está formando parte del espacio profano humano y a su mismo nivel.
Su Dios es un Dios "Laico" que habita y camina en medio de su Pueblo compartiendo tiempo y espacio, alegrías y pesares.


Durante la Época Nómada de los Hebreos, su Dios YHWH (Yavé) caminó entre ellos; y éstos habilitaron para su Dios una tienda de campaña más -"de la Reunión"- entre sus tiendas.
Era un Dios que amparaba, premiaba o castigaba, comprometido en la vida y aconteceres de su Pueblo: "Yo soy vuestro Dios y vosotros mi Pueblo".
Dios y Pueblo constituían una unidad de vida en un mismo espacio y en una misma Historia.

Será en la época en que se instaura la Monarquía en Israel cuando el Dios Yavé tendrá, como los Reyes su Palacio, su hermoso Templo en Sión, Monte Sagrado, donde se alza la Ciudad Eterna: Jerusalem.
Dejará, así, de ser un Dios-entre-su-pueblo: "Laico", y pasará a ser un Dios-separado: "Sagrado".

Es en esta Época Monárquica, con su Dios, Templo y Monte "Sagrados" en la que nace Jesús de Nazaret.
Pero Jesús creció y... no le gustó... ¡¡¡nada!!! lo que vió en su Pueblo:
  • La Infiel Roma dominando Israel, el Pueblo Escogido de Yave;
  • Los Sacerdotes del Templo embriagados del poder al amparo de Roma;
  • El Templo, acogiendo una casta sacerdotal enriquecida con sacrificios y holocaustos a un Dios justiciero y temible;
  • El Pueblo, abrasado a impuestos, empobrecido y desahuciado de sus campos y casas.

Jesús sintió la llamada de Yavé al compromiso de salvar Israel de la Injusticia que lo asfixiaba.
Pero Jesús, no acudió al encuentro de Yavé al Templo... lugar sagrado y numinoso donde Dios reina...
Su Dios no es un Dios "sagrado" más del Imperio... su Dios es Yave, el Dios "Laico" que vive y sufre con "su Pueblo"...

Jesús, dando la espalda al Dios del Templo y a sus Sacerdotes, marchó... ¡¡al campo, a la naturaleza!!, a orillas del río Jordán... al encuentro del "Dios Laico" del amor y del perdón, de los Hebreos, que estaba gritando por boca de Juan: ¡¡¡"Arrepentíos, convertíos..., volved a Mí..., lavad vuestras conciencias con el bautismo del perdón"!!!

Acabado su discipulado con Juan, Jesús marchó al desierto..., ¡¡¡pura  y dura naturaleza!!!... en la que sólo está Dios...; un Dios desposeído de poder..., donde nada es más natural que Dios mismo...
Dios, en su ¡laicidad absoluta!
En el desierto estuvo hasta comprender que Dios le llamaba... no desde el Templo... no entre los poderosos... sino desde los gritos de los empobrecidos, enfermos y desahuciados, muchos de los cuales no tuvieron más remedio que, dedicados al bandolerismo, refugiarse en "las grutas de los montes" ... no en alturas divinas, sino en infiernos malditos.
Era la llamada del Dios Laico, Sufriente, de Israel.

Era el Dios Laico, no la Divinidad Terrible y Misteriosa..., el que "en" Jesús, no "desde" el Santuario del Monte..., "en" un Jesús, no sacerdotal sino, laico..., se mostraba a las gentes humildes y... marginadas por el poder sacerdotal del Templo.

Era el Dios Laico al que Jesús llamaba Abba: "aitatxo", "papico", "padrecito". Y de este modo enseñaba a hablar a Dios a cuantos le rodeaban en los campos y en las aldeas por las que pasaba.

Era el Dios Laico, sin poderes sagrados, el crucificado en la cruz de Jesús.

Es el Dios Laico el que reside en la Creación..., no con Poder en los Espacios Celestes... sino, mostrándose "en el poder de la realidad... o "deidad" de las cosas, por el que las cosas son reales"...

Es el Dios Laico de Jesús el que, humildemente, reside en la realidad íntima del Ser Humano para que llegue a ser divino.

Acabamos de conmemorar la muerte de Jesús a manos de los poderosos por su solidaridad con los pobres, marginados y desheredados. Un acto de lo más laico... que constituye un acontecimiento absolutamente divino.
Venimos de celebrar, mediante la hermosa narrativa mítica de la Resurrección y Ascensión de Cristo, a Jesús vivo.

Pero... ¡no me gusta!... ¡¡¡no es un Jesús vivo "entre nosotros"!!!..., no es un Jesús laico, sino... un Cristo vivo "más allá de las nubes", Ascendido, en los espacios celestes, sacralizado, SEPARADO.
Es en este Cristo, sagrado, separado, en quien su Iglesia Sacerdotal ha convertido al laico Jesús vivo en medio de su laica Comunidad.

Pienso que es llegado el momento de recuperar la laicidad de la Iglesia, desacralizarla, "desmontarla", de bajarla al valle... laicizarla...; de dejar de presentarse sagrada entre los poderosos del mundo... para caminar laica y desposeída entre los pobres y marginados.

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