El matrimonio es el sacerdocio original cristiano en las dos acepciones de original: en cuanto fontanal e inicial y en cuanto típico y propio.
Las primeras comunidades cristianas fundadas por Pablo dieron la impronta al cristianismo. En ellas, aunque hubo un rudimentario ritual en torno a la celebración de la Cena, no hubo sacerdotes.
La Comunidad se congregaba en nombre de Cristo en torno a matrimonios que acogían y velaban por el buen desarrollo de la asamblea y de la celebración eucarística, es decir, de acción de gracias conmemorando La Cena.
Eran los matrimonios, en muchos casos las mujeres, quienes en la Asamblea leían las cartas dirigidas por los Apóstoles y quienes amonestaban y mantenían el espíritu de la Comunidad cuando no eran los mismos Apóstoles los que presidían la Asamblea.
Con posterioridad y por el crecido número de Comunidades se nombraron Epíscopos (epi-scopeos = supervisores) entre los que ya no hubo ninguna mujer.
Los sacerdotes son algo extraño a la Comunidad cristiana. Es una figura introducida, al estilo de las religiones paganas, por el Emperador Constantino al declarar el Cristianismo religión del Imperio: un solo Emperador; un Imperio; un solo Dios; un templo, el cristiano; un solo Sacerdocio.
El Matrimonio es el ámbito cristiano donde varón y mujer son, al modo de Cristo, sacerdotes y ofrendas a la vez. Es donde se celebra y se hace vida el amor: amor sacrificado, compartido, desinteresado y fecundo.
Es la Iglesia doméstica, célula cristiana donde el matrimonio sacerdotal y misionero inicia, anuncia, celebra y propaga la fe.