sábado, 26 de enero de 2013

El deporte escolar ¿EDUCA?

El deporte es una actividad importante en el proceso educativo de la chavalería. También es cierto que cada deporte tiene sus peculiaridades propias: casi todos fomentan la disciplina y la fuerza de voluntad; algunos entrenan en la competitividad, otros, en la colaboración...

Pero me voy a fijar en un deporte que es el más frecuente entre los escolares: el fútbol.

Ofrece oportunidades ventajosas, como otros deportes de equipo, porque entrena en la cooperación entre los miembros del mismo equipo, a la vez que en la noble y amable competitividad frente a un equipo oponente.

Pero... siempre hay un pero... el fútbol escolar está empapado, impregnado, del apasionamiento, de la violencia y de las malas artes del fútbol de competición de los profesionales.
Muchos somos los padres y abuelos que llevamos a nuestros chicos a encuentros escolares...; siempre me ha llamado la atención la excesiva carga que se les pone en la finalidad de GANAR.

Nosotros siempre les hemos inculcado que lo importante es divertirse, entretener al oponente y a los que les estamos viendo, aunque no sea posible ganar al contrincante (no contrario, ni enemigo). Pero, en no pocos casos, hemos sido testigos de que, ante la posibilidad de perder, se les inculcan las mismas malas artes de los jugadores profesionales, en lugar de la cortesía, la deportividad, y el reconocimiento de la superioridad del contrincante.

Hemos sido también testigos, con desagrado y sorpresa, de la antideportiva actitud de los mismos padres que han llevado a sus chicos a JUGAR, abroncando a los chavales, al árbitro, e incluso enfrentándose a otros padres.
¿Con qué finalidad llevan a sus chicos a jugar? ¿No se toman el juego como un medio de educarles en el disfrute del juego mismo, de la deportividad y de la oposición amistosa? ¿No es un medio de educar en que en la vida, aunque no siempre se alcance el objetivo propuesto, siempre hay otros beneficios y éxitos no previstos: diversión, emoción, camaradería, amistad...?
Un buen termómetro del éxito o fracaso de la actividad deportiva es observar si la criatura vuelve triste, frustrada, abatida por haber perdido el partido, o alegre y juguetón, como antes del partido.

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