lunes, 19 de febrero de 2018

EL MAL... ¿Por qué? ¿Dios lo permite?


EL MAL es una realidad. Una triste realidad y..., a veces, una trágica realidad.



Es una realidad el hecho de que no todo es bello en la Creación de Dios... el Mal existe.

Esta realidad no deja de provocarnos preguntas acerca de la posición de Dios ante el Mal, ante el sufrimiento del Hombre.

¿Acaso... Dios creó también el mal?:
Entonces... Dios no es Perfecto.

Si Dios no es el creador del mal ¿Lo permite?:
Entonces... no es un Dios-Amor.

¿Lo aborrece pero no puede evitarlo?:
Entonces... Dios no es Todopoderoso.

Son preguntas lógicas desde una CONCEPCIÓN CREACIONISTA del Mundo por Dios.
Tomando en su literalidad el relato de la Biblia Hebrea, la Creación del Universo por Dios, es concebida como una obra Acabada y Perfecta.

El Mal no puede proceder del Dios Creador


Pero, sin embargo, desde la perspectiva del Hombre, el Mal existe en la Creación; es una tozuda realidad.
  • Mal como violencia hostil en los cataclismos de la Naturaleza (terremotos, tempestades, inundaciones, sequías, incendios, derrumbes...) que arruinan la vida del Hombre.
  • Mal como tragedia en las necesarias muertes producidas por las fieras salvajes para su supervivencia.
  • Mal en la dureza y dificultades de la misma vida humana (enfermedad, accidentes, hambrunas, etc...).
  • Mal en la violencia de los tan frecuentes enfrentamientos humanos que arruinan haciendas, familias y pueblos...

Realidades, malignas todas ellas, que distorsionan el cuadro paradisíaco de una Creación divina perfecta.

La experiencia del Mal en todos los órdenes de la vida, impuso al Hombre creyente la necesidad de encontrar una explicación.

¿De dónde surge tanto Mal en una Creación Perfecta? Se pregunta el creyente "creacionista".
  • No podía estar en la propia Naturaleza pues, según el orden establecido por Dios, era perfecta.
  • No podía estar en los propios Animales pues, sus instintos, respondían al dictamen divino para una vida placentera y en armonía.

Únicamente el Hombre gozaba de Libertad, Conocimiento, Entendimiento y Voluntad; era semejante a Dios...

¡¡¡He ahí al culpable...!!!: Los textos bíblicos llegan a la conclusión de que el Mal fue creado por el Hombre:

El Orgullo humano.

El pecado de Orgullo enfrentó el Hombre a Dios introduciendo el desorden y convirtiendo el Paraíso en un hábitat hostil.
El relato bíblico establece que este es el motivo por el que el Mal campea en la Creación.

Catequéticamente, desde el punto de vista religioso, a la Biblia no le falta razón:
El Hombre es el único ser de la Creación capaz de hacer el Mal consciente e intencionadamente.
No me equivocaré mucho si afirmo que, siendo el ser más excelso de la Creación, puede ser también el ser más dañino.

La realidad, sin embargo, no es como se describe en la Biblia, porque sus textos no son Relatos de historia ni de ciencia, sino catequéticos que dan fe de una determinada concepción religiosa del Mundo y del Universo en relación a Dios.

Científicamente conocemos la Creación, no como obra divina perfecta y acabada de una vez para siempre, sino como un proceso "de" evolución y  "en" evolución.
La Creación no está acabada por Dios; sigue siendo realizada en nuestros días desde sus inicios.

El Hombre tiene, por tanto, dos fuentes de conocimiento: Una es la Fe; la otra es la Ciencia.
Ambas se fundamentan en la experiencia. El hecho de que sean dos fuentes distintas de experiencia, no las convierte en opuestas ni excluyentes. Son dos fuentes de conocimiento, cada cual desde su propio ámbito, complementarias.

Desde una CONCEPCIÓN EVOLUCIONISTA la Creación no fue hecha en un acto divino más o menos largo y "de una vez y para siempre".
La Creación nunca fue un Paraíso idílico. Nunca existió un Pecado Original de los primeros humanos que condicionaron a la desgracia al resto de la Humanidad y a la Creación toda.

La Creación no es una obra divina acabada y perfecta.

La Creación es una obra divina realizándose en el presente y, a lo largo de los tiempos, que no ha terminado de ser llevada a cabo.
Como toda obra inacabada, es imperfecta en relación a la perfección final; pero perfecta en cuanto proyecto en evolución.

Estamos asistiendo y... ¡¡¡estamos siendo actores...!!! en el impresionante espectáculo de la Creación del Universo por Dios...; que está en constante evolución, renovación y expansión.
Desarrollo que se hace, ¡¡¡no de modo amable...!!!, sino mediante violentas tormentas cósmicas, explosiones, choques, desplazamientos...; desapareciendo viejos cuerpos celestes y formándose otros nuevos...

La Tierra está en constante evolución produciendo movimientos de la corteza superficial que, tras dar origen a los continentes, ocasionan maremotos, terremotos, huracanes...; sus ardientes entrañas revientan en violentos volcanes que dan origen a montañas e islas nuevas.

El Hombre, que... ¡¡¡aún es en "proyecto"!!! y..., como tal, inacabado, imperfecto, en proceso de perfeccionamiento, provoca y sufre conflictos de todo género.

Esta imperfección, es decir, la propia evolución de la Creación, es el origen de "los males" que al Hombre perturban en la obra de Dios.
Pero entre "los males" de la Creación hay uno que conocemos como "EL MAL", por excelencia, que es el consentido y producido por el Hombre: más maléfico y trágico porque es origen de otros males para sí mismo, para los demás y para la Naturaleza que lo acoge.

Pero incluso este MAL del Hombre, en su libertad querido y calculado por el ser humano, es también fruto de su imperfección e inmadurez, puesto que, si fuese perfecto, no imaginaría ni obraría el Mal.

Es el padecimiento de las consecuencias de nuestro propio pecado, es decir, la propia imperfección del Hombre, la escuela de la experiencia en la que Dios, como buen pedagogo, nos perfecciona.
¿No es verdad que se aprende más de los errores que de los aciertos?

El Hombre es el único ser de la Creación que tiene conciencia del Mal y que lo percibe como tal:
El "Mal" es, la percepción e interpretación por el Hombre, de las consecuencias de la evolución de la Creación; y de los errores y abusos de sus propias obras cuando trastocan su bienestar, el de su entorno o el de su grupo.

Ningún animal percibe las tragedias de la vida como "males".

  • Los cataclismos de la Naturaleza, no son un mal en sí; son el proceso natural por los que ésta evoluciona y se desarrolla.
  • La muerte ocasionada por los depredadores en la especie animal, no son un mal; es el medio por el que unas especies se liberan de los elementos más débiles y enfermos; y  es el sustento de otras, por el que todas sobreviven y se perpetúan.
  • La muerte del Hombre mismo, no es un mal; es el medio por el que se renueva y perpetúa la propia especie humana. Y, en el ámbito de la Fe, es el acceso a la inmortalidad: a la pervivencia en el mundo de los Antepasados; de los Espíritus; de una vida en la presencia de Dios.


El único Mal, auténtico y real, es el que es capaz de hacer el Hombre, consciente e intencionadamente, que trastoca y pervierte la Naturaleza, y traiciona la Creación . Y aun este Mal yo lo enmarcaría como fruto de la inmadurez en que Dios, en su sabiduría y amor, nos ha querido ir creando en libertad, fortaleciendo nuestro entendimiento y voluntad.

Lo que el Hombre percibe y llama Mal (dolor, enfermedad, muerte, catástrofes naturales...) muchas veces es consecuencia de sus malas acciones; pero, otras, son procesos de crisis inherentes a la propia evolución de la Naturaleza hacia su plenitud y perfección.

Perfección que, por cierto, el Hombre podría no alcanzar si su especie desapareciera de la faz de la Tierra si el ser humano, en su afán de dominio y abuso de su libertad, destruyera su propio hábitat, dando al traste con el mismísimo Proyecto Divino.

Dios atiende siempre al Hombre frente al Mal en su petición de ayuda y socorro. 

Pero no removiendo y apartando el Mal, como pide en su oración, sino iluminando su entendimiento para que su voluntad y libertad le sobrepongan al Mal y reconduzca sus acciones hacia el bien; y suscitando la solidaridad en la Humanidad para la ayuda mutua, en colaboración con Dios-Creador en su obra creadora.

Si Dios accediera a solucionarnos lo que consideramos un Mal para nosotros, se vería muchas veces en un dilema irresoluble pues lo que es un mal para mí, es un bien para el vecino: Dos ejércitos enfrentados claman a Dios les conceda la victoria ¿A cuál atenderá? ¿Desea el mal del perdedor?
Nuestra oración, muchas veces, va dirigida a una "dios-amuleto" más que al Dios-Creador.

Si un niño, si un padre, si una madre, enfermos, mueren, no debe concluirse que Dios no ha atendido las súplicas de estas angustiadas familias.

No es que las haya abandonado a su suerte, sino que, viven la crisis del desarrollo hacia la Vida, hacia la Plenitud, desde la que Dios les acompaña en su dolor y fortalece en el Amor, en la Fe, en la Solidaridad: divinizando su Humanidad.

"El Mal" es inherente a la imperfección y al desarrollo de la Creación hacia la Plenitud.

Dios no altera el devenir de su creación ni la vida de sus criaturas... atendiendo a sus ruegos... "a la carta".
La Creación no es la obra de un Dios-artífice manipulada a su antojo y contemplada, con complacencia o airadamente, desde el exterior.
La Creación es la gestación de una inmensa Vida en el seno de un Dios-Madre. Y una gestación no se manipula...: se cuida, se mima.

Todo cuanto percibimos y denominamos como MAL, catástrofes, enfermedades, muerte, no son sino aconteceres de la vida misma... de la propia gestación de la Creación.

No pidamos a Dios que nos libre de cuanto consideramos "los males" de la vida, porque sería igual que pedirle que aborte su Creación, que nos quite la vida.

Nuestra relación con Dios no ha de ser para rogarle que se apiade de nosotros... como si de un distraído dios pagano se tratara... sino de acción de gracias por sus desvelos en la complicada y maternal gestación.

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